lunes, 24 de septiembre de 2007

LA GUERRA SUCIA SEGUIRÁ

Por Alejandro Lelo de Larrea

La guerra sucia será peor, pues los partidos políticos tendrán mucho más dinero para agredirse.

Una de las herramientas más poderosas de la guerra sucia será el internet, que prácticamente no tiene límites.

Los legisladores quisieron vender la idea de que con la reforma electoral que aprobaron pondrán fin a la guerra sucia en la política, pero en el fondo saben que la creatividad de sus estrategas de campaña es amplia, por lo que podemos estar seguros que el único cambio será de forma, no de fondo: este tipo de propaganda negra o negativa simplemente pasará de la televisión a muchos otros medios alternativos, pero seguirá siendo el sello del proselitismo electoral. Es decir, es un gatopartismo de las campañas electorales: cambiar para seguir siendo igual.
Y puede ser peor, porque ahora los partidos políticos tendrán mucho más dinero para contratar a esos costosísimos consultores políticos extranjeros, como Dick Morris, quien fue el creador de la guerra sucia contra Francisco Labastida y el PRI, en la campaña presidencial de 2000. O qué tal el español Antonio Solá, quien también fue el orquestador de la campaña negra contra Andrés Manuel López Obrador, en 2006. Solá creó la frase “es un peligro para México”.
Hay otras experiencias en que no necesariamente se ha utilizado la televisión para difundirlas: en la contienda para alcalde de Nayarit, en 2002, el PAN no tuvo el menor empacho en contratar a los venezolanos Pedro Silva y Ángel Vivas, quienes propusieron y convencieron a los azules de repartir cientos de miles de volantes, en los que se presentaba una calaca acompañada con la imagen del PRI.
Con todo y esta reforma, la guerra sucia podrá aparecer en televisión, en programación triple AAA, sin que necesariamente se le deba pagar a los consorcios. ¿Cómo? Por ejemplo: un partido de futbol Chivas-América. Seguro ahí dejaremos de ver que del centro de la cancha aparece una imagen virtual para favorecer a un candidato, o denostar a otro. Pero podrían optar por una estrategia a la antigüita: contratar la publicidad estática de la cancha con los comercializadores del estadio, con mensajes a favor de un candidato o simple y llanamente guerra sucia.
Y por qué no mandar a un grupo de 100 personas al estadio, que lleven una enorme manta con alguna leyenda política o de campaña, lo que no han prohibido, e incluso arreglarse con el estadio para que los dejen pasar, y con alguna televisora para que estén enfocando constantemente tal mensaje. El resultado: guerra sucia con alto rating, y a un costo mucho menor.
Otra herramienta que seguirá siendo de las más poderosas es el internet. Si bien en la enmienda constitucional se prohibió comprar propaganda en este medio de comunicación, no es necesario pagar directamente para una guerra sucia en la web. Incluso en estos momentos en que no hay campañas electorales está ocurriendo: hace unas semanas circuló en el ciberespacio un e-mail en el que se acusaba a López Obrador de ser el autor de un complot contra el presiente Calderón, inventando el caso del chino Zhenli Ye Gon. Qué difícil será contratar a una empresa de relaciones públicas, por ejemplo, para que día con día envíe por internet cientos de miles de correos electrónicos con propaganda en contra de cualquier político.
Falta ver es qué hacen los legisladores en las reformas que forzosamente deberán hacer al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe), para adecuarlo a la norma constitucional enmendada. ¿Cómo van a clasificar la guerra sucia o propaganda negativa? Es algo muy discrecional. ¿Sería campaña negra recordar y presentar imágenes de un candidato que en el pasado protagonizó un escándalo público en estado de ebriedad, como pudiera ser el emblemático caso de Félix Salgado Macedonio? Lo que parece objetivo es que el legislador deberá establecer que las campañas prohibidas serán en las que se difame, en las que se acuse a algún candidato de algún ilícito o acto indebido, sin que se le pruebe. Al tiempo lo veremos.